Un manto de nubes negras ocultaba el sol, privando de su luz y su calor a todos los habitantes de aquella enorme y congestionada metrópolis, dejando caer frías gotas de lluvia sobre los enormes edificios, frías gotas que parecían lágrimas tristes y amargas.
Se encontraba en medio del cruce más transitado del mundo,por el cual cruzaban más de un millón de personas cada día, y muchas de ellas pasaban por su lado en aquel momento, cubiertos con paraguas transparentes o capuchas, todos con prisa, concentrados en sus vidas y trabajos, ignorándole, siendo solo un obstáculo en su camino.
Pero no le importaba nada, no le daba la más mínima importancia, el tiempo no pasaba, solo dejaba que la lluvia mojara su cuerpo,haciendo que su melena azabache se pegara a su espalda, tratando así de sentir algo, tratando de descubrir en medio de toda aquella gente, tan distinta a ella,si había alguna cosa en especial que la hiciera reaccionar, despertar deaquella pesadilla. Y mientras aquella canción inundaba su mente y sus oídos, le vio.
Cruzaron sus miradas. Sus ojos redondos, los de él más rasgados; los de ella oscuros, los de él de un negro intenso; su expresión defascinación momentánea, a la que siguió la sonrisa pícara de él, un simple gesto que invitaba a más de lo que mostraba.
En ese instante, pensó que aquel día no era un día más, queera especial, el comienzo de algo de lo que aun no sabía siquiera a donde la llevaría, que había encontrado la razón para permanecer en aquella gran ciudad.
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